domingo, 29 de junio de 2014

Liber

Miraba impaciente hacia la ventana, la luna se asomaba burlona y magnífica como siempre, así que la habitación se encontraba en penumbra, pero ya no le asustaban las sombras caprichosas, esas que adoptaban la formas más terroríficas que ella pudiera imaginar, el terror se había convertido en excitación. 
-¡Igual no viene hoy!, pensó descorazonada.
De pronto una sombra oscureció casi por completo el cuarto, inevitablemente le dio un vuelco el corazón, ¡¡¡aquí está!!! Se levantó rápidamente y abrió la ventana. No era muy grande, más o menos del tamaño de un caballo chico, pero sus alas eran grandiosas y a sus 8 años a Eva le parecía indiscutiblemente un gran corcel y en verdad lo era; musculoso, ágil, veloz y fuerte. Tan blanco, que a la luz del sol hubiera molestado la vista, sin embargo a la luz de la luna, su brillo era un relámpago mágico cuando surcaba el cielo. Un triángulo negro en la frente, era lo único de color que tenía en su cuerpo, la crin ondulada por el viento, parecía purpurina al mezclarse con los rayos lunares. Su mirada verde era serena y confortable, aún así resoplaba impaciente, aunque no se escuchaba otro sonido más el batir de sus alas, pudo escuchar en su mente: -¡¡¡Vamos, qué es tarde!!! sube.
Saltó desde la ventana y Liber tuvo que hacer alguna maniobra un tanto difícil para estabilizarse en el aire cuando Eva aterrizó sobre su lomo, pero pronto alzo el vuelo. Ella se agarró a su crin sin miedo, sus pies descalzos pegados al lomo. Lo primero que hizo fue abrazarlo largamente, volaron así en silencio sobre las calles de Sevilla durante un largo rato, sabía que a Eva le gustaba volar cerca de las gárgolas de la Catedral y del Giraldillo de la Torre de Santa María, cuantas veces le contaría Liber que sólo tenía 17 escalones, que hasta cerca del campanario se accedía por rampas, porque en el tiempo de los árabes se subía a caballo. Ella pensaba que nunca podría olvidar ese detalle, pero las circunstancias de la vida nunca son previsibles…ni nunca tarde para recordar ni mucho menos para volver a empezar…
Con Liber no hacía falta hablar, cuando quería decirle algo sólo lo pensaba y de igual manera él le contestaba, aunque muchas veces no hacía falta, había una gran intuición entre los dos, a Eva le encantaba porque así no perdía ningún sonido, ni sensación que les rodeaba.
-¿A dónde quieres ir Eva?
-Me da igual, cualquier sitio será fantástico si estoy junto a ti.
-Bien, agárrate…
Se acurrucó junto al tupido pelo y  se abrazó con todas sus fuerzas. Liber voló con gran intensidad y en un abrir y cerrar de ojos el paisaje cambió por completo, ya no era noche de luna, sino atardecer, un ocaso como nunca había visto antes, todos los colores del arcoíris se juntaban de forma caprichosa, formando un espectáculo grandioso y hermoso imposible de describir, como son los sentimientos profundos que duelen en el alma. Volaban cerca de pinares, de pronto llegaron a un acantilado y tras él el mar, impresionante, infinito, sereno, una estampa de esas que nunca olvidas. Poco a poco se fueron apagando los colores, cambiando tonalidades que nunca creyó que existían, hasta que la oscuridad fue ganando terreno y empezaron a asomar las primeras estrellas para colmar el cielo y no perder la hermosura de los minutos anteriores.
-Regresemos.
-¡¡¡Aún no!!! No quiero…
-Hay que volver, ni las cosas más bellas se pueden mantener mucho tiempo, porque terminan dejando de serlas…otro día volveré.
-Bueno…
Saltó a la ventana y bajó del alfeizar, ya desde su habitación clavó sus ojos en el verde de los suyos…-Gracias…gracias…gracias…


-¿Te ha gustado el cuento Eva? Su padre la miraba con sus hermosos ojos verdes.
-¡¡¡Siiiii!!!Más… 
-Mañana…
Su operación de amígdalas había acercado a su padre a contarle cada noche un cuento, le daba a elegir entre uno clásico o inventado, ella siempre elegía inventado porque sabía que Liber vendría a llevarla a lugares maravillosos…
Fue tan sólo una semana, pero a ella le avivó la imaginación, su curiosidad por lugares lejanos y sus ganas de leer. El resto de su vida siempre echaría de menos a Liber pero si he de quedarme con algo no puede ser sino con esos ojos verdes que durante una semana abrieron mi corazón y me trasportaron por el mundo…

Gracias…gracias…gracias…
  

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